A principio de los años veinte una expedición de arqueólogos del Museo Británico descubre un sarcófago con una momia en su interior y un misterioso cofre junto a ella. Éste tiene una terrible maldición escrita en sus paredes, que caerá sobre aquellos que cometan el sacrilegio de abrirlo. Uno de los miembros de la expedición, desoyendo la advertencia, provocará que despierte y vuelva a la vida la momia del sarcófago tras extraer del cofre un pergamino con inscripciones y leerlas.
Uno de los filmes clásicos que la Universal hizo en el género de terror, junto a otros tan famosos como Frankestein, Drácula, El hombre lobo,... El argumento nos mezcla la fascinación que existía en la época por el Antiguo Egipto, sus faraones, tumbas, momias y maldiciones con los rasgos más característicos de la novela de terror romántica del siglo XIX. Así, la película se puede considerar también como una historia de amor, la del sacerdote que comete todo tipo de sacrilegios y desafía a los dioses por no perder a su amada, y que revivirá al cabo de los siglos para volver a encontrarla en un nuevo mundo. Para lograr su objetivo, no reparará en pasar por encima de todo aquel que se entrometa y se interponga, haciendo uso de su poder sobrenatural. Una trama muy parecida a la original de otro gran mito como es Drácula, en la novela homónima escrita por Bram Stoker.
A pesar de lo anterior, el personaje de La Momia queda un tanto desposeído en la película de ese carácter romántico, más propio del siglo XIX, y se le da un aspecto psicológico más siniestro y aterrador. Su única meta es conseguir su objetivo, y, si para ello ha de hacer el mal, no habrá nada que lo redima y se lo impida, ni tan siquiera el amor que lo ha mantenido en su estado maldito a través de los años.
Vista desde la perspectiva y la estética de hoy en día, la película produce poco miedo. Los efectos en que se basaba el director para obtener sensaciones de terror entre el público han quedado por completo obsoletos con el paso del tiempo y los avances de la técnica y de los efectos especiales en el cine. No obstante, aún así permanece siempre una sensación de intranquilidad y ligera congoja. Además, lo que los años no han hecho perder en absoluto al film, sino más bien al contrario, es su glamour; esa atmósfera y esa sensación de algo bien hecho que sólo los clásicos poseen y que los engrandece aún más con el tiempo. Algo que está en el ambiente, en cómo se rodó y montó la película, que nos hace acordarnos de otros clásicos de la época tan dispares como Tarzán de los monos o King-Kong; sabemos que tienen algo en común, a pesar de ser tan poco parecidos sus argumentos y de no coincidir el director ni tan siquiera la productora.
El artífice de la aparición de esta serie de películas de terror en la primera mitad de la década de los treinta fue Carl Laemme, dueño y fundador de la Universal, alemán de origen y que retomó estas historias del romanticismo y el neogótico literario, junto con la estética expresionista del cine alemán de los años veinte (creadores del género de terror en la gran pantalla). Estos dos factores, unidos a la visión comercial de Hollywood, hicieron posible la llegada al gran público y el enorme éxito de este tipo de películas. Para ello, se rodeó de directores como James Whale o Karl Freund, y consagró como grandes estrellas a Lon Chaney, Bela Lugosi o Boris Karloff.
De hecho, el principal atractivo en torno al cual se produjo este film fue el carisma y la fama de su protagonista. Actor británico de enorme formación teatral, trabajó en muchas películas mudas en roles de malo, debido a su rostro característico, ideal para esos papeles. Sin embargo, con la llegada del cine sonoro, su voz educada en los escenarios fue toda una ventaja. En 1931 consiguió su primer éxito con El código criminal. También ese año fue cuando dio su salto a la fama y al Olimpo de las estrellas al ser elegido por James Whale para protagonizar Frankestein, un papel que había sido rechazado por Bela Lugosi. Ambos formaron durante esta década el más formidable dúo macabro de la historia del cine, a pesar de que los dos actores casi no podían verse. Juntos llegaron a interpretar El gato negro, película basada en la novela del mismo nombre de Edgar Allan Poe.
Karloff también hizo papeles secundarios en otros géneros. Destacan sus intervenciones en La última ronda, de John Ford, como fanático religioso; su interpretación de sí mismo en Targets; o su aparición en Scarface, el terror del hampa, de Howard Hawks. También consiguió grandes éxitos en Broadway con Arsénico por compasión (1941) y como el Capitán Garfio en Peter Pan (1950).Del director, Karl Freund, decir que destacó principalmente como director de fotografía, siendo uno de los más destacados del cine americano. Fue galardonado con un Oscar por su trabajo en La buena tierra, en 1937.
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