miércoles, octubre 11, 2006

En un lugar solitario - Casa del Inca - 03/10/2000

Dixon Steele es un conflictivo guionista de Hollywood que apenas cree en nada, sólo en sí mismo, encerrado en su ego, como una cárcel que le impide ver a los demás, hasta que una mujer le hace mantener nuevas ilusiones, que se verán destrozadas por su propia violencia, una violencia que tiene tanto que ver con su temperamento como con una visión excesivamente subjetiva del mundo.



En un lugar solitario, que Bogart produjo y que Nicholas Ray dirigió espléndidamente dejándose la piel y más de un rasgo autobiográfico en ella, sin dejar de ser una película negra, es, sobre todo, una de esas estupendas historias que Hollywood, en el pasado, ha contado sobre sus propias miserias: sobre las miserias y grandezas de la industria del cine, sobre su gente. Un film que está perfectamente dialogado y en el que no sólo se disecciona con cierta crueldad el mundo del cine, sino que se hace una reflexión sobre el papel que el guionista desempeña en todo ese tinglado. Un guionista que se ve obligado a extraer una buena historia de novelas insignificantes, que agentes y productores le obligan a leer.

Dixon Steele, nuestro antihéroe, es un guionista buscador de oro que aborrece vender su alma al diablo por acercarse a los demás, padecer la peor de las oscuridades conocidas, la soledad plural, la concurrida. La soledad de no cruzarse nunca una mirada que le haga soportar que todo sea tan torpe, tan vulgar; unos ojos que duden, como los suyos, más del bien que del mal. Vive el amor con furia, con dolor, con vasto pesimismo, y con poquita esperanza de triunfar en la calma, en la serenidad que tanto cuesta y tanto desespera al llegar, por no ser, como todo, como uno desearía que fuera. Y es que la calma es pausa, es silencio, es la capacidad de atrapar el momento y mirar dentro, por si estás. Escuchar con los ojos abiertos, parar, y no siempre hay ganas de probar suerte fuera del infierno. El ruido y el desorden nos protegen de la verdad y el miedo, nos aturden, nos tapan los ojos con las dos manos pare poder cruzar. Dixon tiene su paso, sus miradas, su calma, deseo de escapar. Desarraigado y siempre atento, su sensibilidad le hace filtrar cualquier error. La violencia es sólo una manera de demostrar su rabia contra actitudes deshonestas, un camino mal visto de regañar al prójimo por su torpeza, pero que para él no es más que una reacción incontrolada e incapaz de llegar al final. Compatible con gestos de grandeza y generosidad con los más débiles, fracasados, vagabundos, mujeres rotas por dentro o por fuera... Ternura y sensibilidad que a veces se transforma en ganas de matar, precisamente por comprender al débil y detestar al que confunde fortaleza y vulgaridad.

El guionista Dixon Steele de En un lugar solitario está siempre presente, ocupa una gran parte de la narración, pero es entrevisto, atisbado, acosado por la mirada de los demás. Se trata de un retrato, pero más de una personalidad que de un destino ejemplar condicionado por factores externos. Bogart parece adoptar desde el inicio esa máscara que le va a convertir en espectáculo ante los demás, una máscara que levantará ante nosotros en varias ocasiones, pero que no le servirá para abrirse al mundo. Quizás se comprenda mejor a sí mismo, pero sigue siendo un hombre incapaz de comprender sus relaciones con los demás, de adaptarse al mundo; por lo menos, de comprender sus límites y de establecer un compromiso entre su temperamento y los demás.

Pocas veces el encuentro de una persona con todo el poder, como Humphrey Bogart tenía a finales de los años cuarenta, significó tanto para alguien como para Nicholas Ray. Sus dos primeras películas, a pesar de la fuerza y belleza de Los amantes de la noche (1948) y Un secreto de mujer (1949), tuvieron una tibia acogida por parte del público y de la crítica americanos. Es posible que Ray hubiera salido con el tiempo del estrecho círculo de la serie B. Pero fue su encuentro con Bogart, personaje con el que le unían tantos caracteres comunes, y, sobre todo, un temperamento apasionado y anticonvencional de primer grado, lo que decidió su carrera. Asociados, hicieron dos películas de éxito que, además, llamaron la atención de la crítica: Llamada a cualquier puerta (1949) y En un lugar solitario (1950). Esta colaboración con una de las más grandes estrellas de aquel momento le permitió arraigarse en la profesión, aunque nunca tuviera fácil su continuidad y los problemas con los productores se sucedieron una y otra vez, y en pocas ocasiones gozó de los medios y la libertad necesarios, hasta convertirle en un cineasta maldito, admirado y respetado en Europa, pero nunca considerado en América, hasta que se convirtió en un mito. A ello contribuyeron títulos de la calidad de Nacida para el mal (1950), Infierno en las nubes (1951), Johnny Guitar (1954), Rebelde sin causa (1955), Más poderoso que la vida (1956), Amarga victoria (1957), Chicago, años 30 (1958), Rey de reyes (1961) o 55 días en Pekín (1963), y actores del renombre de Joan Fontaine, Robert Ryan, John Wayne, Susan Hayward, Robert Mitchum, Joan Crawford, Sterling Hayden, James Cagney, James Dean, Natalie Wood, James Mason, Walter Matthau, Richard Burton, Robert Taylor, Anthony Quinn, Charlton Heston, Ava Gardner o David Niven, además de los mencionados Humphrey Bogart y Gloria Grahame.

De Bogart poco hace falta decir. Es un actor de sobra conocido, de los más míticos que Hollywood nos ha dejado. Especializado en papeles secundarios en películas de gángsters, su carrera cambió de forma radical tras protagonizar Casablanca. A partir de ahí, se convirtió en una de las estrellas más cotizadas. En 1951 la industria del cine reconoció su labor con el Oscar al mejor actor por su interpretación en La reina de África. Más desconocida es Gloria Grahame, una de las mejores y más polifacéticas actrices que ha habido en el Séptimo Arte. Casi siempre en papeles secundarios, destacan en su filmografía películas como Cautivos del mal (1952), por la que recibió un Oscar, o Los sobornados (1953).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando vimos esta película en el Cine-Forum era la primera vez que la veía, y recuerdo que me impacto. Pocas veces Bogart se muestra tan humano (sin representar ese papel de cínico que le acompañaría toda su vida), interpretando a un hombre hundido al cual el amor de una mujer le demuestra lo que es vivir:
"Nací cuando ella me besó, morí el día que me abandonó, y viví el tiempo que me amó".
De mi adorado Nicholas Ray solo decir que quien no haya visto "Johnny Guitar" desconoce lo que es el CINE en estado puro.
Otra OBRA MAESTRA, querido Camachuelo.

El-Al-Eim dijo...

Hay un par de momentos en la pelícua que me resultan esclarecedores. En uno, la mujer del "poli bueno" le dice al personaje de G. Grahame "bueno, se puede permitir ser conflictivo, porque es escritor" (ma o meno) y la otra le responde "temo que aunque fuera fontanero, seguiria siendo así"
En la otra, la misma chica le dice a su marido Bruce (el poli bueno) que se alegra de que él sea normal, en contraste con Steele, y aquél le responde que es precisamente la pecuiar forma de ser del escritor, lo que le hace especial.
Esa forma de mirar desde la normalidad y quitarle hierro y dramatismo a esos personajes inadaptados, a los q, como diría Sábato, creen vivir dentro de 1 túnel, no deja de fascinarme. 1 día alguien me dijo "por favor, no te creas tan especial, no lo eres"...

Excelente crítica, 1 saludo