jueves, noviembre 30, 2006
Cineforum Forajidos - Viernes 1 de diciembre
sábado, noviembre 25, 2006
Estrenos del fin de semana
martes, noviembre 21, 2006
Cineforum Forajidos - Viernes 24 de noviembre
miércoles, noviembre 15, 2006
Cineforum Forajidos el viernes - Adiós a las armas
lunes, noviembre 13, 2006
Vuelve el cineforum en la Casa del Inca
viernes, noviembre 10, 2006
Estrenos del fin de semana
lunes, noviembre 06, 2006
El nombre de la rosa - Casa del Inca - 05/09/2000
Mientras que la novela centra su argumento en dos líneas básicas, el film se ciñe más a una de ellas, quedando la otra un tanto en el aire, sin tratar en profundidad. Así, la trama detectivesca es el principal atractivo tanto de la novela como de la película. Sin embargo, en la historia original de Umberto Eco, todos esos asesinatos y sus investigaciones se desarrollan dentro de un clima de enorme convulsión política y religiosa. En el año 1327, la Iglesia vive, por un lado el cisma de Aviñón, y, por otro, la herejía de los cátaros.
En los primeros años del siglo XIV, el papa Clemente V había trasladado la sede apostólica a Aviñón, dejando Roma a merced de las ambiciones de los señores locales. En 1314, cinco príncipes alemanes eligieron en Frankfurt a Ludovico de Baviera como supremo gobernante del Sacro Imperio. Pero el mismo día, en la orilla opuesta del Main, el conde palatino del Rhin y el arzobispo de Colonia nombraban para la misma dignidad a Federico de Austria. Dos emperadores para un solo imperio, y un solo papa para dos sedes; una situación que engendraría desórdenes.
Dos años más tarde era elegido en Aviñón el nuevo papa, Juan XXII. En 1322 Ludovico el Bárbaro derrotaba a su rival Federico. Si se había sentido amenazado por dos emperadores, Juan juzgó aún más peligroso a uno solo, de modo que decidió excomulgarlo; Ludovico, por su parte, declaró herético al papa. Además, aquel mismo año, los franciscanos, a instancias de los “espirituales”, proclamaban como verdad de la fe la pobreza de Cristo; resolución que disgustó bastante al papa, porque ponía en peligro el privilegio que, como jefe de la Iglesia, tenía de negar al Imperio el derecho a nombrar obispos. Ludovico pensó que los franciscanos, ya enemigos del papa, podían ser aliados suyos. A todo esto, hay que añadir una doctrina que por aquel entonces se extendía por todo el norte de Italia y la Provenza: el catarismo. Con muchos puntos en común con los franciscanos, los cátaros iban más allá en su prédica de la pobreza como modo de purificar el alma, en la negación de la propiedad (siglos antes del nacimiento de Carlos Marx), en la penitencia de carácter físico como forma de vencer al pecado y alcanzar la gloria de Dios. Una doctrina que rápidamente caló entre el pueblo llano, entre la gente pobre, sin cultura ni bienes, que veía en sus propuestas un halo de esperanza, de trato igualitario ante los ojos de Dios. Sin embargo, por esto mismo, por sus revolucionarias ideas, es por lo que era tan peligrosa para los poderosos, enemigos o no. Es por eso que no tardó mucho en ser condenada como herejía, y sus seguidores perseguidos y quemados en la hoguera.
En el año 1327, en esta abadía benedictina sita en el norte de Italia que protagoniza nuestra historia, tienen lugar una serie de reuniones entre los distintos bandos mencionados. A la misma vez que en el monasterio se desarrollan estos trapicheos para repartirse el poder y acabar con los cátaros, una serie de asesinatos comienzan a descubrirse en él. En torno a ellos, aparecerá toda una galería de personajes y de intrigas internas de los frailes: tensiones de poder en la abadía, cuestiones teológicas sobre la figura de Cristo, el control de la enorme biblioteca del monasterio, herejes y seguidores del príncipe Federico ocultos, tramas sexuales de los frailes, ... Y en medio de todo ese maremagnum de conflictos e intereses de todo tipo, un franciscano llegado desde Inglaterra, Guillermo de Baskerville, embajador especial que se encuentra allí cumpliendo una delicada misión diplomática. Junto a él, viaja su acompañante, el joven novicio alemán Adso de Melk. Los dos serán testigos de excepción de las luchas por el poder que tendrán lugar en la abadía y de los acontecimientos de su época. Los dos, también, se convertirán en detectives medievales, embutidos dentro de su sayo. La curiosidad, el ingenio y el sentido común de un agudo observador, hombre sabio, inteligente y rápido de reflejos como fray Guillermo hacen que no pueda quedar impasible ante la reiteración con que se producen las extrañas defunciones, por lo que opta por tomar cartas en el asunto.
Para el papel del franciscano, el elegido fue el actor escocés Sean Connery, en una de sus interpretaciones más recordadas y carismáticas. Parece como si el autor de la novela hubiera escrito el personaje pensando en él. También podemos encontrarnos en el film a un jovencísimo y poco reconocible Christian Slater, caracterizando al narrador y testigo de toda la historia: el novicio Adso de Melk. Junto a ellos, un amplio abanico de secundarios europeos. Y dirigiéndolo todo, el francés Jean-Jacques Annaud, todo un megalómano de la realización a quien le encantan este tipo de producciones fastuosas. Como ejemplo de su obra, destacar los títulos El oso, En busca del fuego o El quinto elemento. En 1976 su película La victoria en Chantant recibió el Oscar al mejor film en lengua no inglesa.
viernes, noviembre 03, 2006
Estrenos del fin de semana
GAL. Vuelta a la gran pantalla de Miguel Curtois, director de El lobo, con una nueva película sobre el tema terrorista en España. Natalia Verbeke, Jordi Mollá y José Coronado encabezan el reparto de esta historia que cuenta la investigación periodística llevada a cabo por dos periodistas españoles sobre los Grupos Antiterroristas de Liberación y la guerra sucia del Estado contra ETA.
lunes, octubre 30, 2006
Capitanes intrépidos - Casa del Inca - 29/04/1999
De éstas nominaciones, sólo Spencer Tracy ganó la estatuilla por su papel del marinero portugués. Curiosamente, el actor estuvo a punto de no aceptar este trabajo porque veía imposible llegar a imitar el acento portugués de su personaje (algo de lo que no se puede disfrutar en la versión doblada). Especializado en este tipo de personajes bonachones, humildes y sencillos, Tracy fue en su niñez expulsado de quince colegios por su carácter rebelde, pero sufrió un cambio tan radical en la escuela superior, que incluso pensó en hacerse sacerdote. Al año siguiente volvió a colaborar con Mickey Rooney en Forja de hombres, que le supuso su segundo y último Oscar.
Del resto del reparto, Freddie Bartholomew se hizo famoso con este papel de niño rico. Mickey Rooney era toda una estrella juvenil de Hollywood, que junto a Tracy trabajó en varias películas parecidas en cuanto a su mensaje moralizador. Por último, Lionel Barrymore y John Carradine eran dos de los galanes míticos del cine de la época, junto a John Gilbert, un tanto venidos a menos por la aparición del sonoro y sus excesos con el alcohol.
Del director, destacar que era todo un especialista en películas de aventuras con héroe, de las cuales rodó varias junto a gente como Douglas Fairbanks o Clark Gable. Se caracterizó por saber sacar buenas interpretaciones de sus actores y realizar películas sólidas, pero de puro entretenimiento. Su consagración llegó con Lo que el viento se llevó.
viernes, octubre 27, 2006
Estrenos del fin de semana
martes, octubre 24, 2006
La momia - Casa del Inca - 13/01/2000
Uno de los filmes clásicos que la Universal hizo en el género de terror, junto a otros tan famosos como Frankestein, Drácula, El hombre lobo,... El argumento nos mezcla la fascinación que existía en la época por el Antiguo Egipto, sus faraones, tumbas, momias y maldiciones con los rasgos más característicos de la novela de terror romántica del siglo XIX. Así, la película se puede considerar también como una historia de amor, la del sacerdote que comete todo tipo de sacrilegios y desafía a los dioses por no perder a su amada, y que revivirá al cabo de los siglos para volver a encontrarla en un nuevo mundo. Para lograr su objetivo, no reparará en pasar por encima de todo aquel que se entrometa y se interponga, haciendo uso de su poder sobrenatural. Una trama muy parecida a la original de otro gran mito como es Drácula, en la novela homónima escrita por Bram Stoker.
A pesar de lo anterior, el personaje de La Momia queda un tanto desposeído en la película de ese carácter romántico, más propio del siglo XIX, y se le da un aspecto psicológico más siniestro y aterrador. Su única meta es conseguir su objetivo, y, si para ello ha de hacer el mal, no habrá nada que lo redima y se lo impida, ni tan siquiera el amor que lo ha mantenido en su estado maldito a través de los años.
Vista desde la perspectiva y la estética de hoy en día, la película produce poco miedo. Los efectos en que se basaba el director para obtener sensaciones de terror entre el público han quedado por completo obsoletos con el paso del tiempo y los avances de la técnica y de los efectos especiales en el cine. No obstante, aún así permanece siempre una sensación de intranquilidad y ligera congoja. Además, lo que los años no han hecho perder en absoluto al film, sino más bien al contrario, es su glamour; esa atmósfera y esa sensación de algo bien hecho que sólo los clásicos poseen y que los engrandece aún más con el tiempo. Algo que está en el ambiente, en cómo se rodó y montó la película, que nos hace acordarnos de otros clásicos de la época tan dispares como Tarzán de los monos o King-Kong; sabemos que tienen algo en común, a pesar de ser tan poco parecidos sus argumentos y de no coincidir el director ni tan siquiera la productora.
El artífice de la aparición de esta serie de películas de terror en la primera mitad de la década de los treinta fue Carl Laemme, dueño y fundador de la Universal, alemán de origen y que retomó estas historias del romanticismo y el neogótico literario, junto con la estética expresionista del cine alemán de los años veinte (creadores del género de terror en la gran pantalla). Estos dos factores, unidos a la visión comercial de Hollywood, hicieron posible la llegada al gran público y el enorme éxito de este tipo de películas. Para ello, se rodeó de directores como James Whale o Karl Freund, y consagró como grandes estrellas a Lon Chaney, Bela Lugosi o Boris Karloff.
De hecho, el principal atractivo en torno al cual se produjo este film fue el carisma y la fama de su protagonista. Actor británico de enorme formación teatral, trabajó en muchas películas mudas en roles de malo, debido a su rostro característico, ideal para esos papeles. Sin embargo, con la llegada del cine sonoro, su voz educada en los escenarios fue toda una ventaja. En 1931 consiguió su primer éxito con El código criminal. También ese año fue cuando dio su salto a la fama y al Olimpo de las estrellas al ser elegido por James Whale para protagonizar Frankestein, un papel que había sido rechazado por Bela Lugosi. Ambos formaron durante esta década el más formidable dúo macabro de la historia del cine, a pesar de que los dos actores casi no podían verse. Juntos llegaron a interpretar El gato negro, película basada en la novela del mismo nombre de Edgar Allan Poe.
Karloff también hizo papeles secundarios en otros géneros. Destacan sus intervenciones en La última ronda, de John Ford, como fanático religioso; su interpretación de sí mismo en Targets; o su aparición en Scarface, el terror del hampa, de Howard Hawks. También consiguió grandes éxitos en Broadway con Arsénico por compasión (1941) y como el Capitán Garfio en Peter Pan (1950).Del director, Karl Freund, decir que destacó principalmente como director de fotografía, siendo uno de los más destacados del cine americano. Fue galardonado con un Oscar por su trabajo en La buena tierra, en 1937.
domingo, octubre 22, 2006
El club de los poetas muertos - Casa del Inca - 16/10/2001
Otoño de 1959. Comienza un nuevo año lectivo en la Academia Welton, una escuela aislada y tradicional situada en las tranquilas montañas de Vermont. Este año siete estudiantes conocerán a un profesor cuyas ideas sobre la vida les inspiran para emprender la búsqueda de sus pasiones individuales, para explorar nuevos horizontes y descubrir la agitación de un mundo más allá del estricto plan de estudios de Welton. Desafiando a las autoridades escolares y a los severos padres de los alumnos, el profesor John Keating será para ellos alguien más que un simple instructor. Será la inspiración que haga de sus vidas algo extraordinario.
El profesor Sr. Keating, en la película de Peter Weir, dice a sus alumnos: “No leemos y escribimos poesía porque es bonita. Leemos y escribimos poesía porque pertenecemos a la raza humana y la raza humana está llena de pasión. La poesía, la belleza, el romanticismo y el amor son las cosas que nos mantienen vivos”.
Cuando la película hace coincidir poesía y vida asistimos a lo que verdaderamente importa a mi parecer. La elección de la poesía como eje vertebrador de los acontecimientos y descubrimientos constituye su clave y su principal aportación como propuesta creativa. Es la vida, la de los jóvenes de Welton, la que compromete al maestro, a Keating, que no concibe transmitir los conocimientos a la manera tradicional, sino que innova para provocar en ellos, como grupo, e individualmente, como sujetos, una reflexión sobre el momento mismo que están viviendo y llevarla a efecto no sólo en el presente, sino en todos los presentes que se han de suceder en sus vidas. Lo que pretende es que la educación y el aprendizaje no se circunscriban al momento concreto de la academia, sino que, desde ésta, se proyecten como sabiduría sostenedora del resto de la vida en un crecimiento y enriquecimiento continuo.
A mi juicio, todo el mensaje de la película se contiene en el fragmento del aforismo que se cita del poeta latino Horacio: Carpe diem, carpe horam, que según recordamos continúa fugit irreparabile tempus; y la frase “Haced que vuestra vida sea extraordinaria”, del profesor. El lector se puede preguntar por qué la poesía y estas dos máximas son las que considero fundamentales. En primer lugar, porque los sentimientos más profundos del ser humano sólo se pueden entender si se logra entender la poesía, habida cuenta de que, si hacemos que ésta se convierta en uno de los puntales de nuestra propia cultura, obtendremos un entendimiento esencial de aquélla, acaso el más alto entendimiento vital.
No obliga el Sr. Keating a sus alumnos a que sean poetas, es decir, a que se dediquen a la tarea de componer poemas, verso a verso, sino que los insta a reunirse en la gruta, en torno a un libro de poemas, como los del “Club de los poetas muertos”, que fundara con otros cómplices de Welton. Tal fue el vuelo que siguieron para eludir, elevándose además, la Intuición, pero con un orden; por eso censura al alumno que desvela el misterio del Club diciéndole: “Hay un momento para el valor y otro para la prudencia”.Esta película no es para verla y pensar, con nostalgia, que, algún día, todos tuvimos sueños y vivimos el carpe diem, en el sentido de hacer lo que quisimos, sino que desde esta perspectiva, donde la poesía se convierte en detonante de los pensamientos, podemos conocernos a nosotros mismos, nuestras pasiones y decepciones, nuestros dramas y alegrías, nuestros amores y desencantos y, desde una lectura de la frase de Horacio, hacer de los sueños proyectos de hoy y vivirlos con sustancia, “extrayendo todo el meollo a la vida” para no llegar a la muerte sabiendo que no se ha vivido.